Después de
una semanita movida, de mucho nervio, de mucha ansiedad pero hermosa a la vez,
no tengo más opción que sentarme a escribirte a vos.
Muchos no
van a entender lo que significas en mi vida y en la de muchos enfermos que
sufren, ríen, gozan y lloran por vos. Muchos no van a entender nada de lo que acá
se exprese, pero se que somos más los que compartimos este hermoso sentimiento.
Somos muchos los que sentimos a tu gente como nuestra familia, los que sentimos
tan propia la villa como el patio de nuestras casas, los que dejamos muchas
cosas de lado por vos, para alentarte, para entrenar, para jugar, para
acompañar. Somos muchísimos los que sufrimos al estar lejos tuyo, sin poder
ponernos esa camiseta con tanta gloria.
Empiezo a
escribir y la una enorme cantidad de recuerdos se me vienen a la mente. Desde
recorrer 40 cuadras en bici para entrenar en bomberos, hasta dar la vuelta en
la cancha del rojo. Las primeras prácticas en el club, las primeras amistades.
Eso, las amistades. Por sobre todas las cosas esta la amistad y te lo digo yo
que ante la propuesta de irme a jugar a Cadetes, a Juan Schneider, con 13 años
le respondí que no se gaste, que yo iba a jugar en Norte porque tenía a mis
amigos ahí. Y no me equivoque eh, esa 91 era un grupo unido, era un grupo que
tiraba para el mismo lado siempre, con los gritos del viejo Atilio o con las
historias del mumi y potter, cuando cualquiera se tiraba a trabar una pelota
con la cabeza cuando la perdía un compañero y mucho más cuando había que defender
a las piñas al mismo, sea con quien sea, en la cancha de quien sea, siempre
apoyando y bancando al que tenía la aurinegra puesta.
Los clásicos
de visitante, pero mucho más los de local. El clásico que erre un penal, pero
mucho más el que clavé un gol de chilena que le dedique a Monzon. Los
vestuarios de algarabía y los que cerraban un ciclo, entre llantos e
impotencia.
Las tardes
de sábado que te tocaba quedar afuera del banco de primera y la tarde que
contra Racing en cancha de River me toco debutar en primera. Los entrenamientos
en bomberos, donde las paredes las tirabas con las piedras que había por toda
la cancha y los lujos de villa marista, donde la pelotita rodaba y rodaba. El
vestuario de la villa en invierno, con el techo de chapa que goteaba, la luz
que se prendía con una escoba mojada y las peleas de vestuario contra
vestuario.
Los partidos
fáciles contra Libertad o Los Andes, pero mucho más esos domingo que le ganabas
a River, Quilmes, Aldosivi o el rojo. Todos ellos cayeron en nuestra cancha.
La cantidad
de recuerdos me es incontable y siento dos cosas fundamentalmente. La primera
es que puedo estar la noche entera escribiéndote a vos y la otra es que así lo
hiciese, millones de sentimientos los estaría omitiendo. Sos tan grande que
hiciste que sienta al barrio de la perla tan propio como siento mi barrio.
Tenes la grandeza necesaria para que infle el pecho, me plante frente a cualquiera
y diga con orgullo que soy del glorioso Deportivo Norte. Sos esa locura que me
lleva a noches de insomnio antes de un clásico, sos esa ansiedad que se siente
antes de salir a la cancha, sos mi casa y mis amigos, sos orgullo, historia y
gloria. Sos esa gente que ya no está pero desde el cielo hace todo lo posible
para que el club no pare de crecer. Sos los pibes de las inferiores y los
jugadores de primera que juegan como cada uno de los enfermos que sentimos este
amor por vos. Sos el esfuerzo de los padres para llevar a sus hijos a entrenar,
los padres y dirigentes que han dejado y dejan su tiempo, su familia, hasta su
plata para levantar al club y ponerlo en el lugar más alto que donde se merece
estar.
“si todo
vuelve cuando más lo precisas, nos veremos otra vez” dice la canción y creeme
que era muchísimo lo que te necesitaba, regresaste a mi vida y le agregaste esa
cuota de felicidad que le podes entregar vos. Esa felicidad que te da juntarte
con unos amigos, idear una peña para darle una mano al club y entre historias
poder fantasear con una vuelta al barrio que te vió nacer.
Futsal,
primera división, bowling o bolita, pero con estos colores, representando al
club que me enamoró, el club que me dio alguna de las alegrías mas hermosas de
mi vida, amigos fieles y el orgullo de estos colores, de esta historia, de toda
esta gente que te mantuvo, te mantiene y te va a mantener vivo siempre. Hoy
siento eso, que las malas ya pasaron, que la tormenta paró y tengo la
tranquilidad que somos muchos los que estamos con vos para levantarte cuando te
caigas un poco.
Creo que ya
me extendí demasiado y voy a tratar de darle un corte a esto. Creo estar
hablando por muchos de los que compartimos esta locura y sabemos lo que se
siente ponerse esa camiseta, colgar esas banderas, gritar un gol desde adentro
o colgado del alambrado. No hay forma mejor de terminar y que me represente mas
que una frase de Calamaro que dice algo así como que “Reconosco haber perdido
sintonía alguna vez, pero no te deje de querer.” GRACIAS NORTE, POR TU
HISTORIA, POR TU BARRIO, POR TU GENTE Y TUS COLORES.