lunes, 29 de diciembre de 2014

Cuantas zapatillas quedan colgadas.-

Hoy freno la pelota, dejo de lado el balance anual para sentarme a reflexionar. Escucho que “quizás el viento le lleve a los que ayer se fueron, nuestra voz con dolor de entierro” y sigo haciendo memoria, solo por ellos..
Las calles no son las mismas sin esos 194 pibes, el país tampoco lo es. Las zapatillas que alguna vez fueron símbolo del rock y por qué no de la murga, de las esquinas, de los rituales de recitales y caravanas, hoy están en un santuario colgadas y “Cuantas zapatillas quedan colgadas, cuantas calles no serán caminadas.”
Todavía recuerdo con nostalgia esa calurosa noche del 30 de diciembre, cuando alguien entro por la puerta de mi habitación y me dijo que ponga Crónica, que se había prendido fuego un boliche de cumbia, que después pasó a ser cromañon. El número de muertos aumentaba con el correr de las horas y las noticias se corregían. Ahora resulta que la banda que tocaba en ese lugar era tal vez la que hoy es la banda que me marco en toda mi corta vida y que sin dudas allí empezaba a dejar su marca indeleble. Porque paso noches hablando de vos, porque creo que con una canción la tristeza es más hermosa, porque sos la llave hacia otro lado, porque queremos ser la revancha de todos aquellos que la pelearon de al lado, de cerca o muy lejos y no pudieron reír sin llorar, porque los testigos falsos de la injusticia ya la van a pagar, porque a la gente solo la ayuda la gente, porque caímos en la cuenta de que lo que cuenta es lo que se siente en la calle, porque oyendo “el nudo” volviste a escuchar que la vida es un sueño y que de la nada se puede escapar, porque cantante elegiste ser, porque esto va más allá, porque hay tanta hiena riendo a carcajada, porque ibas a volver y volviste, porque fue nuestro premio por no salir corriendo, porque sentimos que para casi todo hay solución aunque aún me queda purezas y tristeza en mi corazón, porque te acordás de donde saliste, que Disney queda muy lejos de acá, porque tenés tanto de todo y por sobre todas las cosas porque me haces entender la realidad y en realidad me haces entender, eso que no todos ven.
Hoy, como hace varios años este es mi pequeño homenaje. Un día fue un recitado con la murga, hoy son estas palabras que salen directamente del corazón y anhelan que por lo menos alguien tome cinco minutos para pensar en esas 194 familias, en esos 194 pibes que ya no están. En la cantidad de amigos que hoy no pueden patear una calle con ellos, en los políticos y funcionarios que aún siguen en libertad, mientras los músicos estuvieron privados de su libertad por años.
Hoy desde mi lugar, y como cada 24 de marzo exijo Memoria, Verdad y Justicia porque “Considero un disparate camuflar un atentado, considero una masacre Treinta Doce Cero Cuatro.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Lo hermoso, nos cuesta la vida.-

Y  no me vengan con que el tiempo todo lo cura. Ese es el consuelo de los cobardes. El tiempo nada cura y mucho menos borra las heridas. Hoy aprendo a convivir con el dolor de una herida que lleva ya diez años. Una herida que caló hondo y dejo una marca indeleble en mi.
Hoy me permito estar mal, llorarte y reírte. Recordar lo más lindo y lo no tanto. Hoy te pienso, me peleo con vos, te extraño, me enojo y vuelvo a amarte. Porque podrán pasar las décadas, pero este dolor jamás se va a ir. Tal vez de ese mismo dolor sale la fuerza que tengo para levantar la cabeza y salir a flote una y otra vez. Tal vez sea ese dolor el motor que tuviste toda tu vida, tal vez en la bronca encontraste un empujón como lo hago yo.
Caminando fuiste lo que fuiste, la más grande de todas. Decidiste como y hasta cuando vivir, lograste todo lo que te propusiste, pero me empeño en ser todo lo egoísta que no me enseñaste a ser. Yo hoy te quiero acá conmigo, pateando por una villa, abrazando a los nenes del ombú, tirando para adelante, alentando a norte como lo hiciste siempre, escuchando a Silvio una tarde de verano con una cerveza de por medio, charlando de política y peleando por las estupideces que pelean los hijos con los padres.
Hoy necesito escuchar tu voz una vez más, que me digas que todo esto es una pesadilla horrible, que me despierte, que me cambie porque faltas al trabajo y nos vamos a desayunar a mc donall´s. Hoy quiero volver a escuchar el sonido del teléfono y gritarte que son tus amigas o mejor todavía, que son los del banco reclamando una deuda. Si, hoy necesito estar endeudado hasta la médula pero con vos al lado y me tomo la licencia de no hacerte caso una vez más y ser egoísta y pensar solo en mí.
Hoy necesito decirte las palabras que el tiempo no dejo que pronuncie. Necesito un abrazo, un cuchillo frio en los chichones de la frente, hoy necesito tus 10 pesos para ir al centro, tus chocolatadas y tu comida poco elaborada.
Me esfuerzo para no olvidarme tu voz, para no olvidarme el olor de tu piel. Trato de recordar cada día como era una caricia tuya para que no se me olvide jamás. Intento recordar cómo era todo cuando estabas vos acá. Desde el ruido de la llave en la puerta, la corrida a la pieza para esconderme, el olorcito a comida, la luz amarillenta y la música o el noticiero de fondo.
Me quedo con los mejores recuerdos aunque hoy me sienta un poco nublado, bastante triste. Hoy te necesito conmigo, se que jamás va a poder ser, pero desde algún lugar estas tirando para adelante conmigo, se que muy dentro mío plantaste una semilla bien fuerte y es la de la lucha incansable por lo que creemos justo. Así como vos luchaste desde tu puesto por los trabajadores negreados del puerto, yo lucho por que 20 pibitos tengan un mejor futuro en este puto mundo. Vos luchaste incansablemente contra la enfermedad del tío primero, después contra la tuya y por último contra la del abuelo, yo lucho contra la ausencia de ustedes tres.
Y sí, estoy triste. La vida no sería vida si todo fuese color de rosas. Estoy triste y no lo niego. Estoy triste porque van a cumplirse 10 años de tu partida. 10 años de escuchar tu voz por última vez. 10 años de no poder compartir millones de cosas con vos. Me queda el placer del parecido, el orgullo de tener las pelotas como toro por tu culpa, la alegría de saber que todo lo que hago tiene tu sello, impreso a fuego. Me quedo con la poesía de Silvio, con la nostalgia de Mercedes y Victor, con la lucha de Las Madres y Abuelas, y por qué no, con la utopía del Che.
Me quedo por sobre todas las cosas con tu sonrisa, esa sonrisa que sin dudas ilumina mi camino. La sonrisa que decía que “todo estaba bien” cuando en realidad todo estaba muy mal. Me quedo con tu sonrisa que ahora es la mía, esa que dice que en realidad todo está muy bien, que todo va a estar mejor y que en algún momento nos vamos a encontrar allá arriba.
Me quedo con el recuerdo de verte colgada del alambrado en cancha de independient* cuando salimos campeones con el club. Guardo bien adentro el viaje del 2001 a ver a Racing que me regalaste. Guardo los mejores recuerdos con vos, pero hoy no puedo dejar de ser egoísta y querer tenerte acá un ratito y poder decirte cuanto te extraño, cuanta falta me haces, cuanto te amo y que nunca, pero nunca voy a olvidarme de vos.
Nunca supiste lo que era el destino. Fuiste esa que lucho un día y fue bueno, también la que lucho un año y fuiste mejor.  Fuiste la que luchó muchos años y fue muy bueno, pero por sobre todas las cosas fuiste la que lucho toda la vida, por eso fuiste imprescindible. Porque había que quemar el cielo si era preciso, solo por vivir. Me demostraste que la cobardía era asunto de los hombres y no de los amantes. Me hablaste siempre de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado.
Hiciste crítica social y me perfumaste de valiente, porque fuiste un ser de otro mundo, un animal de galaxia y dejaste el cuerpo de la vida ahí. Me diste una canción he hiciste un discurso, sobre mi derecho a hablar. Me diste una canción y dijiste patria, me diste una canción como un disparo, como un libro, una palabra, una guerrilla, como diste el amor.
La rabia fue tu vocación cuando el aire tomaba forma de tornado, delante de la columna, al frente. Donde ha viajado siempre la mira del fusil. Porque el canto de la patria, fue nuestro canto. Que el hombre se hizo siempre de todo material y que toda época fue pieza de un rompecabezas. Que mientras más mortal fue el tajo, fué más tu vida.
Tu rostro que es ahora mío es ahora un disparo en la sien y metralla en la risa cuando corren días de a fines de guerra. Que vivamos de corrido, sin hacer poesía, que aprendamos palabras de la vida. Que lo mismo de siempre nos queda adelante. Que se apague la luz y que el sol se levante. Porque me quiero salvar, haciendo revolución desde tu cuerpo de cristal.
Aunque no esté de moda te pido una mano, aunque el tiempo esté a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados. El tiempo está a favor de los buenos sueños y que se partió en Nicaragua, otro hierro caliente. Porque me enseñaste a plantar la bandera con la luz de tu sonrisa. Porque sueño con pisar las calles nuevamente, porque en una hermosa plaza liberada lloré por los ausentes y por mis hermanos que murieron antes.
Porque me enseñaste que más temprano que tarde, sin reposo, retornarán los libros, las canciones, que quemaron las manos asesinas. Que renacerá mi pueblo de sus ruinas y pagarán su culpa los traidores.
La tierra fue tu casa y la noche es oscura. Viviste de preguntar porque saber no podía ser lujo y has dicho a tiempo lo tuyo, sonriente. Viviste en un país libre y fuiste feliz porque fuiste gigante. Que viva el harapo señor, y la mesa sin mantel. Viva el que huela a callejuela, a palabrota y taller.
Porque muy fácil es agitar un pañuelo a la tropa solar, del manifiesto Marxista y la historia del hambre. Qué fácil es engañar al que no sabe leer y se sabe que entre los ciegos el tuerto tiende a mandar. Y que bien prepara su máscara el pequeño burgués. Qué fácil es escribir algo que invite a la acción, contra tiranos, contra asesinos, contra la cruz y el poder divino siempre al alcanze de la vidriera y el comedor.
Pero a pesar de todo eso, por ti canto de pecho, por ti adelanto trecho. Tu sombra brilla hoy en la pelea de la conciencia y la razón. Que la medicina escasa, la más insuficiente es la de remediar la mente. Que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. De la melena inculta a la calvicie, del número inicial al incontable.      
Porque no fuiste perfecta, más te acercaste a lo que yo simplemente soñé y porque al final de este viaje estamos tu y yo, intactos. Porque La era parió un corazón y la madre vive hasta que muere el sol.  Hasta la victoria siempre viejita. Gracias por mostrarme un mundo mejor con las poesías de Silvio.

En la prosa de Joaquín, en la voz de Serrano y en el arpegio de Silvio hallaré, tus mejillas para acariciarte. Te voy a extrañar siempre y te voy a amar mucho más. Gracias por tanto y perdón por tan poco y sabé siempre que “en los nuevos campos de batalla, llevaré la fe que me inculcaste”, hoy y siempre.    


jueves, 11 de diciembre de 2014

Libre como el viento.-

Sentarse nuevamente a escribir, hoy se siento un tanto más raro que de costumbre. Y la palabra es “raro” porque la mezcla de sensaciones es importante, se amalgaman sentimientos de tristeza con un dejo de esperanza.
Hoy me tomo el tiempo para revivir algunas sensaciones que viví ayer por la tarde. Lo hago mientras miro fotos que me hacen sentir exactamente lo mismo que ayer. Tal vez era el día indicado para ir a este lugar, el sol y el calor inusual de la tarde de agosto fue un mensaje claro: La vida siempre prevalece.
Las ventanas rotas dejaban entrar una brisa del mar que junto al sol que por ellas se escurría hacían que la jornada sea perfecta. Y a pesar de estar en un lugar oscuro de la historia argentina, más precisamente para esta ciudad, el día, el edificio, los arboles y el pasto no dejaron de darnos señales de que allí, un lugar de muerte y tortura, venció una vez más la vida.
Desde una ventana que teñía de un color naranja hermoso toda una habitación, pasando por el pasto que crecía en un primer piso, lejos de la tierra y hasta un árbol totalmente seco, con sus ramas frágiles que con el simple hecho de tocarlas se quebraban, pero así y todo sus hojas eran verdes y no paraban de crecer, lo que para mí es el símbolo de ese lugar. El árbol murió, pero somos muchas las hojas que seguimos con vida, que nos reproducimos y por sobre todas las cosas, no olvidamos y tratamos de generar esa conciencia en todos los que nos rodean.
Un lugar oscuro, lleno de energías distintas. Un lugar que te da escalofríos y tranquilidad. Un lugar cargado de historia que lamentablemente no se conoce. Un lugar donde las paredes aun contienen los gritos de los que allí estuvieron. Un lugar donde uno de los pocos árboles vivos tiene la forma exacta del famoso árbol de la vida, justo allí que durante la última dictadura militar sirvió como centro clandestino de detención, justo allí donde a los estudiantes se les enseñaba que el enemigo estaba dentro de las fronteras, justo allí donde torturaron a muchas personas.
Es difícil poder describir es escalofrío que sentí cuando pase por el cuarto más oscuro de todos, la sala de máquinas, uno de los lugares de cautiverio de los detenidos en la dictadura. La sensación fue genuina porque realmente no sabía que allí habían torturado sino hasta leerlo luego. Por este motivo creo que la energía que allí quedó es fuerte, quizás tan fuerte como las convicciones de quienes allí estuvieron y que hicieron que una tarde me decida a ir hasta el faro para sentir de cerca o imaginarme una pequeña parte de lo que pudieron haber vivido los detenidos en el centro clandestino del faro.
La tranquilidad del mar y el viento costero, sumado al sol del atardecer generaron un escenario propicio para sentarse a reflexionar, a pensar un poco, a dejar la mente en blanco luego para simplemente abrirse y sentir. La reflexión daba bronca y sin darme cuenta, una lágrima salía de mis ojos, el labio entre los dientes como masticando rencor y el puño cerrado bien tenso.
La sensación era esa, bronca mezclada con esperanza como dije. La opresión en el pecho era constante, el escalofrío en la cintura aparecía a cada paso. Pero la sensación que prevaleció hasta hoy, es la de la satisfacción. Es la de saber que vamos por el camino correcto, seguros de lo que somos y más seguros de lo que no queremos ser. Feliz por el legado que nos han dejado de alguna manera u otra y contento porque a pesar de los años, la memoria sigue intacta y cada día que pasa se propaga más y más.


Hoy releo mis palabras, recuerdo esa tarde y me dispongo a expresarme una vez más. La vida no me encuentra en el mismo lugar, algunas cosas han cambiado en ella, la experiencia y la lucha por un mundo mejor y más justo me dan otra perspectiva.
La sensación que viví aquel día fue tan fuerte que aún la recuerdo. “Fuerte en la paz, valeroso en la guerra”, vaya paradoja. Entiendo que la “guerra” de hoy, es la paz del futuro como dice Silvio, entiendo que el hecho de mantener con vida, justamente, una historia tan nefasta en la historia del país, es la forma más justa de luchar, de darle pelea a un monstruo que parece pisarnos los talones y que no es más que el olvido.
Un pueblo que olvida, comete los mismos errores, mira para el otro lado, cree que realmente “algo habrán hecho”. Hoy me rehúso a la idea de olvidarme de los que lucharon por un mundo mejor, de los que se imaginaron algo distinto, de los que los buscaron incansablemente. Hoy vuelvo a ver esas fotos que saque aquella tarde de agosto y veo exactamente lo mismo: La vida por sobre la muerte. La alegría por sobre la tristeza, la esperanza ante todo, el verde floreciente y el sol en lo alto. Porque si el presente es lucha, el futuro es nuestro y en nuestras manos está.

No me olvido de Luciano, ni de Julio, tampoco de Maxi, Darío ni Mariano. Se me vienen a la mente los 43 estudiantes mexicanos y millones de ejemplos más. Su historia está grabada en esos muros, es la de los mártires del pueblo, como Pocho en Rosario o Fuentealba. La historia es una, la lucha es siempre la misma, por los que desaparecieron hace más de treinta años y los que nos dejaron hace poco tiempo. Porque son ese faro que guían a tantos hombres y mujeres que creen en un futuro mejor, porque inspiran respeto y porque no rebeldía. Porque viven en la memoria de un pueblo que camina, un pueblo que tiene marcado a fuego Nunca Más.