Y así sin darme cuenta, me vuelve a sorprender otro 17 de
diciembre, es el numero 11 y aunque los años hacen que todo nos duela un
poquito menos, por estos días la tristeza me invade poco a poco.
Gente que te conoció muy bien dice que nos parecemos, que tenemos
esa sensibilidad social, esa preocupación por el otro, por los que menos
tienen, por los desprotegidos y aunque tengo pocos recuerdos, creo haber
captado a la perfección todas tus enseñanzas. Lo hiciste a tu manera, con
música, con alguna charla, con el ejemplo, con tu forma de ser y tu
solidaridad.
Me ligaste a las causas nobles ese día que viniste con el
VHS del acto en la ex ESMA en tu último regalo, pero también lo hiciste de muy
chico cuando escuchábamos juntos a Pablo cantando que “En una hermosa plaza
liberada, me detendré a llorar por los ausentes” y fue así que desde que te
fuiste, cada 24 de Marzo estoy en la plaza recordando a los 30.000
desaparecidos.
Fuiste quien me acompaño en la vuelta olímpica más hermosa,
pero me quedo con la que me hacía pensar, la que me mostraba, con tan solo 9
años lo que pasaba en el país allá por el 2001 y no tengo dudas que es esto lo
que hoy me duele tanto. Saber que inevitablemente vamos a vivir algo similar me
hace revivir aquello tan feo.
“Dicen que me arrastrarán por sobre rocas, cuando la
Revolución se venga abajo” dice Silvio y que “En los nuevos campos de batalla
llevaré la fe que me inculcaste” dice mi pecho, por tu fortaleza que ahora es
mía, por todo lo que me enseñaste y seguís enseñando, por lo poco que vivimos
juntos pero mucho más por eso que me hubiese gustado que compartas conmigo.
Porque de alguna manera sentía que caminabas conmigo hasta
la villa a tratar de cambiarle aunque sea un poco la vida a los nenes, porque en
ellos veía a esos nenes que en 2001 morían de hambre y el morbo de la TV los
mostraba en vivo.
Porque el 24 de diciembre de 2001 sentiste un “pinchazo en
la espalda” que no era más que un maldito cáncer de pulmón que empezó a
llevarte. Porque ese día empezaste una lucha incansable contra la enfermedad
más puta de todas y jamás bajaste los brazos, jamás diste un paso atrás y jamás
te quejaste por el dolor.
Me enseñaste a cambiar dolor por alegría y pálidas por
lucha. Me enseñaste a ser buena persona, a poder mirar a quien sea a los ojos.
Hiciste que se me infle el pecho al hablar de vos y aunque duela no poder compartir
infinidad de cosas, me sonrío de pensarte y aunque la tristeza me invada, yo se
que estás acá, porque jamás me olvidé de vos.
Se vienen tiempos difíciles, como aquellos que te tocó
vivir. Hoy no estás acá, pero estamos quienes tomaron tu bandera, esa que
quiere lo mejor para las mayorías, para los más humildes, para los “negros” y
para los laburantes. Acá estamos nosotros, la semilla que plantaste y ya
creció, guiado por la luz de la estrella que más brilla que sin dudas sos vos,
teniendo bien en claro por dónde y para donde caminar.
“No es perfecta, más se acerca a lo que yo, simplemente
soñé.” Ayer, hoy y siempre, viejita.