viernes, 18 de diciembre de 2015

17-12-15

Y así sin darme cuenta, me vuelve a sorprender otro 17 de diciembre, es el numero 11 y aunque los años hacen que todo nos duela un poquito menos, por estos días la tristeza me invade poco a poco.
Gente que te conoció muy bien dice que nos parecemos, que tenemos esa sensibilidad social, esa preocupación por el otro, por los que menos tienen, por los desprotegidos y aunque tengo pocos recuerdos, creo haber captado a la perfección todas tus enseñanzas. Lo hiciste a tu manera, con música, con alguna charla, con el ejemplo, con tu forma de ser y tu solidaridad.
Me ligaste a las causas nobles ese día que viniste con el VHS del acto en la ex ESMA en tu último regalo, pero también lo hiciste de muy chico cuando escuchábamos juntos a Pablo cantando que “En una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes” y fue así que desde que te fuiste, cada 24 de Marzo estoy en la plaza recordando a los 30.000 desaparecidos.
Fuiste quien me acompaño en la vuelta olímpica más hermosa, pero me quedo con la que me hacía pensar, la que me mostraba, con tan solo 9 años lo que pasaba en el país allá por el 2001 y no tengo dudas que es esto lo que hoy me duele tanto. Saber que inevitablemente vamos a vivir algo similar me hace revivir aquello tan feo.
“Dicen que me arrastrarán por sobre rocas, cuando la Revolución se venga abajo” dice Silvio y que “En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste” dice mi pecho, por tu fortaleza que ahora es mía, por todo lo que me enseñaste y seguís enseñando, por lo poco que vivimos juntos pero mucho más por eso que me hubiese gustado que compartas conmigo.
Porque de alguna manera sentía que caminabas conmigo hasta la villa a tratar de cambiarle aunque sea un poco la vida a los nenes, porque en ellos veía a esos nenes que en 2001 morían de hambre y el morbo de la TV los mostraba en vivo.
Porque el 24 de diciembre de 2001 sentiste un “pinchazo en la espalda” que no era más que un maldito cáncer de pulmón que empezó a llevarte. Porque ese día empezaste una lucha incansable contra la enfermedad más puta de todas y jamás bajaste los brazos, jamás diste un paso atrás y jamás te quejaste por el dolor.
Me enseñaste a cambiar dolor por alegría y pálidas por lucha. Me enseñaste a ser buena persona, a poder mirar a quien sea a los ojos. Hiciste que se me infle el pecho al hablar de vos y aunque duela no poder compartir infinidad de cosas, me sonrío de pensarte y aunque la tristeza me invada, yo se que estás acá, porque jamás me olvidé de vos.
Se vienen tiempos difíciles, como aquellos que te tocó vivir. Hoy no estás acá, pero estamos quienes tomaron tu bandera, esa que quiere lo mejor para las mayorías, para los más humildes, para los “negros” y para los laburantes. Acá estamos nosotros, la semilla que plantaste y ya creció, guiado por la luz de la estrella que más brilla que sin dudas sos vos, teniendo bien en claro por dónde y para donde caminar.

“No es perfecta, más se acerca a lo que yo, simplemente soñé.” Ayer, hoy y siempre, viejita.