martes, 24 de junio de 2014

Sentir que es un soplo la vida..

Y cuando sentís hablar de algunos personajes, los recuerdos que alguna vez creíste olvidados afloran como las flores en primavera. El primer recuerdo te dispara una imagen y a esa imagen la asocias con tantas cosas que el recuerdo empieza a tomar grandeza. Escuchas un tango del Zorzal y sentís ese aire fresco que alguna vez sentiste en la galería de la casa del abuelo, yendo y viniendo mientras la reunión familiar va tomando forma o tal vez fue en la casa del tío uno de esos mediodías de pastas y los recuerdos, siguen brotando de lo más hondo de tu alma.
Una mesa de vidrio, una especie de barra o división entre la cocina y el comedor, que fue la montaña más alta porque de chico no llegabas a pasarla o sirvió como el escondite perfecto para las eternas escondidas.
Un tocadiscos bien fuerte escupe las más bellas melodías que hayas podido escuchar en tu vida. Un viejo loco te cuenta anécdotas mientras las mujeres charlan en la cocina. Ese solcito primaveral le da un tono especial al relato y me parece estar sintiendo de fondo a Carlitos cantando “volver”. Me dice que “aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor” y acá estoy. Pagando una deuda interna con alguien que te marcó de muy chico.
Cierro los ojos y veo ese galponcito, donde está la bicicleta vieja y finita en un costado, vos parado en el centro, enseñándole a todos con gran orgullo tu museo de Gardel. Observo los posters de tu Boca y alguno del Diego, hermosa herencia que me dejaste con el abuelo.
Ahora Carlitos parece cantarme al oído que me perdones si al evocarte se me pianta un lagrimón, pero no logra conmoverme, porque los recuerdos son tan hermosos que la sonrisa opaca cualquier tristeza, aunque no sea una sonrisa plena. Tal vez tenga la nostalgia propia del Tango.
Me enseñaron de chico a ser argentino, a defender lo mío, mi tierra y mis orígenes. Me mostraron mi música, mi futbol y mis costumbres. Me enseñaron sin darse cuenta que la vida era un partido de futbol y que a los burros nunca les fué bien. Que cuando más te golpean es ahí cuando tenes que sacar la cara, ponerle el pecho a la situación y tirarle siempre un caño.
“En caravana los recuerdos pasan, con una estela dulce de emoción” dice el tango y mientras sigo con los ojos cerrados, ahora lo que siento es el olorcito a salsa. La mesa está servida, el pan de horno a leña en el centro de la mesa, las jarras con jugo para los más chicos, el vino y los sifones de soda están listos para que las pastan salgan de la olla.
Por esos tiempos no existían las digestiones y nunca nos cayó mal la comida por salir corriendo a la vereda para patear una pelota con mi hermano y mis primos. En esa vereda aprendí a tirar los primeros jueguitos con la número cinco mientras a vos se te caía la baba por ser yo el zurdito de los más chicos.
Llegando al final miro lo escrito y veo palabras caídas como ingleses gambeteados y le doy un tono futbolístico al relato y como no voy a hacerlo si me encantaría volver como dice el tango o como dice la canción que proclama una nueva vuelta olímpica como la que nos regaló D10S. Como no voy a querer volver a esa casa del barrio Las Américas si todavía recuerdo tu voz en el teléfono diciéndome que ponga tal o cual canal porque estaban repitiendo por décimo segunda vez “Mi pobre Angelito”, si todavía recuerdo que ni bien te fuiste de gira por el cielo yo pedí una foto tuya que todavía conservo para llevarte en mi billetera donde quiera que vaya y tengo bien guardado uno de esos gorritos que vos usabas. Porque fuiste tango, nostálgico y de perfil bajo, solitario y muy sabio hoy te recuerdo.

Ya estoy en tiempo de descuento y solo me queda el orgullo de tener en mi cuerpo una marca indeleble. “Para mi la vida entera”, en un nuevo aniversario de la muerte de Gardel, con la bronca de no poder acompañarte en el ritual de llevarle una flor a su estatua, pero escuchando un tango, compartiendo un rato con vos de alguna forma y “quiero que sepas que al evocarte, se van las penas del corazón”, tío.        

     

sábado, 14 de junio de 2014

América, te hablo de Ernesto.

Usualmente suelo buscar palabras bellas para comenzar mis relatos, suelo buscar una opción un tanto ligada a la poética, tal vez sea un aspecto ligado al mandato que nos dejaste cuando vos dijiste que había que endurecerse sin perder la ternura jamás.
Hoy es 14 de junio y se cumplen 86 años de tu primer natalicio, pero en la tv no estás, los medios de comunicación se empeñan en no mostrar tu rostro, en las radios no se escucha tu voz clara y hermosa. Tal vez el capitalismo nos este ganando de alguna forma, porque por tu grandeza de a poco te van desapareciendo, van vaciando de contenido tu imagen inmaculada y esbelta. Hoy sos remera de moda en las grandes ciudades del mundo y aunque muchos crean que lograron vaciarte totalmente, quedando solo una imagen, es ahí cuando coincido con Galeano y creo que lo que no saben ellos, es que bajo esas remeras hay pechos humanos.
Tus ideas siguen vivas en el recuerdo de los que seguimos tu ejemplo, en los que decimos lo que pensamos y más aún en los que hacemos lo que decimos. Vivís en la utopía de los pueblos, en los que no sabemos si es posible “el cielo en la tierra” pero como vos, creemos que es imposible no luchar por ello, sea cual sea el costo que paguemos.

Porque el futuro es nuestro y porque la historia la hacen los pueblos como dijo Allende en sus últimas palabras, solo por eso hoy me quedo un poco más tranquilo de no ver el reconocimiento de tu natalicio en la tv, porque sé que fuiste, sos y serás un personaje peligroso, que inspira rebeldía. Sé quiénes son los que han querido silénciate y quienes van a querer hacerlo siempre. También sé de qué lado me paro, tranquilo de que el camino es el correcto, porque cada día plantamos la bandera, con la luz de tu sonrisa. América, te hablo de Ernesto.