lunes, 29 de diciembre de 2014

Cuantas zapatillas quedan colgadas.-

Hoy freno la pelota, dejo de lado el balance anual para sentarme a reflexionar. Escucho que “quizás el viento le lleve a los que ayer se fueron, nuestra voz con dolor de entierro” y sigo haciendo memoria, solo por ellos..
Las calles no son las mismas sin esos 194 pibes, el país tampoco lo es. Las zapatillas que alguna vez fueron símbolo del rock y por qué no de la murga, de las esquinas, de los rituales de recitales y caravanas, hoy están en un santuario colgadas y “Cuantas zapatillas quedan colgadas, cuantas calles no serán caminadas.”
Todavía recuerdo con nostalgia esa calurosa noche del 30 de diciembre, cuando alguien entro por la puerta de mi habitación y me dijo que ponga Crónica, que se había prendido fuego un boliche de cumbia, que después pasó a ser cromañon. El número de muertos aumentaba con el correr de las horas y las noticias se corregían. Ahora resulta que la banda que tocaba en ese lugar era tal vez la que hoy es la banda que me marco en toda mi corta vida y que sin dudas allí empezaba a dejar su marca indeleble. Porque paso noches hablando de vos, porque creo que con una canción la tristeza es más hermosa, porque sos la llave hacia otro lado, porque queremos ser la revancha de todos aquellos que la pelearon de al lado, de cerca o muy lejos y no pudieron reír sin llorar, porque los testigos falsos de la injusticia ya la van a pagar, porque a la gente solo la ayuda la gente, porque caímos en la cuenta de que lo que cuenta es lo que se siente en la calle, porque oyendo “el nudo” volviste a escuchar que la vida es un sueño y que de la nada se puede escapar, porque cantante elegiste ser, porque esto va más allá, porque hay tanta hiena riendo a carcajada, porque ibas a volver y volviste, porque fue nuestro premio por no salir corriendo, porque sentimos que para casi todo hay solución aunque aún me queda purezas y tristeza en mi corazón, porque te acordás de donde saliste, que Disney queda muy lejos de acá, porque tenés tanto de todo y por sobre todas las cosas porque me haces entender la realidad y en realidad me haces entender, eso que no todos ven.
Hoy, como hace varios años este es mi pequeño homenaje. Un día fue un recitado con la murga, hoy son estas palabras que salen directamente del corazón y anhelan que por lo menos alguien tome cinco minutos para pensar en esas 194 familias, en esos 194 pibes que ya no están. En la cantidad de amigos que hoy no pueden patear una calle con ellos, en los políticos y funcionarios que aún siguen en libertad, mientras los músicos estuvieron privados de su libertad por años.
Hoy desde mi lugar, y como cada 24 de marzo exijo Memoria, Verdad y Justicia porque “Considero un disparate camuflar un atentado, considero una masacre Treinta Doce Cero Cuatro.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Lo hermoso, nos cuesta la vida.-

Y  no me vengan con que el tiempo todo lo cura. Ese es el consuelo de los cobardes. El tiempo nada cura y mucho menos borra las heridas. Hoy aprendo a convivir con el dolor de una herida que lleva ya diez años. Una herida que caló hondo y dejo una marca indeleble en mi.
Hoy me permito estar mal, llorarte y reírte. Recordar lo más lindo y lo no tanto. Hoy te pienso, me peleo con vos, te extraño, me enojo y vuelvo a amarte. Porque podrán pasar las décadas, pero este dolor jamás se va a ir. Tal vez de ese mismo dolor sale la fuerza que tengo para levantar la cabeza y salir a flote una y otra vez. Tal vez sea ese dolor el motor que tuviste toda tu vida, tal vez en la bronca encontraste un empujón como lo hago yo.
Caminando fuiste lo que fuiste, la más grande de todas. Decidiste como y hasta cuando vivir, lograste todo lo que te propusiste, pero me empeño en ser todo lo egoísta que no me enseñaste a ser. Yo hoy te quiero acá conmigo, pateando por una villa, abrazando a los nenes del ombú, tirando para adelante, alentando a norte como lo hiciste siempre, escuchando a Silvio una tarde de verano con una cerveza de por medio, charlando de política y peleando por las estupideces que pelean los hijos con los padres.
Hoy necesito escuchar tu voz una vez más, que me digas que todo esto es una pesadilla horrible, que me despierte, que me cambie porque faltas al trabajo y nos vamos a desayunar a mc donall´s. Hoy quiero volver a escuchar el sonido del teléfono y gritarte que son tus amigas o mejor todavía, que son los del banco reclamando una deuda. Si, hoy necesito estar endeudado hasta la médula pero con vos al lado y me tomo la licencia de no hacerte caso una vez más y ser egoísta y pensar solo en mí.
Hoy necesito decirte las palabras que el tiempo no dejo que pronuncie. Necesito un abrazo, un cuchillo frio en los chichones de la frente, hoy necesito tus 10 pesos para ir al centro, tus chocolatadas y tu comida poco elaborada.
Me esfuerzo para no olvidarme tu voz, para no olvidarme el olor de tu piel. Trato de recordar cada día como era una caricia tuya para que no se me olvide jamás. Intento recordar cómo era todo cuando estabas vos acá. Desde el ruido de la llave en la puerta, la corrida a la pieza para esconderme, el olorcito a comida, la luz amarillenta y la música o el noticiero de fondo.
Me quedo con los mejores recuerdos aunque hoy me sienta un poco nublado, bastante triste. Hoy te necesito conmigo, se que jamás va a poder ser, pero desde algún lugar estas tirando para adelante conmigo, se que muy dentro mío plantaste una semilla bien fuerte y es la de la lucha incansable por lo que creemos justo. Así como vos luchaste desde tu puesto por los trabajadores negreados del puerto, yo lucho por que 20 pibitos tengan un mejor futuro en este puto mundo. Vos luchaste incansablemente contra la enfermedad del tío primero, después contra la tuya y por último contra la del abuelo, yo lucho contra la ausencia de ustedes tres.
Y sí, estoy triste. La vida no sería vida si todo fuese color de rosas. Estoy triste y no lo niego. Estoy triste porque van a cumplirse 10 años de tu partida. 10 años de escuchar tu voz por última vez. 10 años de no poder compartir millones de cosas con vos. Me queda el placer del parecido, el orgullo de tener las pelotas como toro por tu culpa, la alegría de saber que todo lo que hago tiene tu sello, impreso a fuego. Me quedo con la poesía de Silvio, con la nostalgia de Mercedes y Victor, con la lucha de Las Madres y Abuelas, y por qué no, con la utopía del Che.
Me quedo por sobre todas las cosas con tu sonrisa, esa sonrisa que sin dudas ilumina mi camino. La sonrisa que decía que “todo estaba bien” cuando en realidad todo estaba muy mal. Me quedo con tu sonrisa que ahora es la mía, esa que dice que en realidad todo está muy bien, que todo va a estar mejor y que en algún momento nos vamos a encontrar allá arriba.
Me quedo con el recuerdo de verte colgada del alambrado en cancha de independient* cuando salimos campeones con el club. Guardo bien adentro el viaje del 2001 a ver a Racing que me regalaste. Guardo los mejores recuerdos con vos, pero hoy no puedo dejar de ser egoísta y querer tenerte acá un ratito y poder decirte cuanto te extraño, cuanta falta me haces, cuanto te amo y que nunca, pero nunca voy a olvidarme de vos.
Nunca supiste lo que era el destino. Fuiste esa que lucho un día y fue bueno, también la que lucho un año y fuiste mejor.  Fuiste la que luchó muchos años y fue muy bueno, pero por sobre todas las cosas fuiste la que lucho toda la vida, por eso fuiste imprescindible. Porque había que quemar el cielo si era preciso, solo por vivir. Me demostraste que la cobardía era asunto de los hombres y no de los amantes. Me hablaste siempre de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado.
Hiciste crítica social y me perfumaste de valiente, porque fuiste un ser de otro mundo, un animal de galaxia y dejaste el cuerpo de la vida ahí. Me diste una canción he hiciste un discurso, sobre mi derecho a hablar. Me diste una canción y dijiste patria, me diste una canción como un disparo, como un libro, una palabra, una guerrilla, como diste el amor.
La rabia fue tu vocación cuando el aire tomaba forma de tornado, delante de la columna, al frente. Donde ha viajado siempre la mira del fusil. Porque el canto de la patria, fue nuestro canto. Que el hombre se hizo siempre de todo material y que toda época fue pieza de un rompecabezas. Que mientras más mortal fue el tajo, fué más tu vida.
Tu rostro que es ahora mío es ahora un disparo en la sien y metralla en la risa cuando corren días de a fines de guerra. Que vivamos de corrido, sin hacer poesía, que aprendamos palabras de la vida. Que lo mismo de siempre nos queda adelante. Que se apague la luz y que el sol se levante. Porque me quiero salvar, haciendo revolución desde tu cuerpo de cristal.
Aunque no esté de moda te pido una mano, aunque el tiempo esté a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados. El tiempo está a favor de los buenos sueños y que se partió en Nicaragua, otro hierro caliente. Porque me enseñaste a plantar la bandera con la luz de tu sonrisa. Porque sueño con pisar las calles nuevamente, porque en una hermosa plaza liberada lloré por los ausentes y por mis hermanos que murieron antes.
Porque me enseñaste que más temprano que tarde, sin reposo, retornarán los libros, las canciones, que quemaron las manos asesinas. Que renacerá mi pueblo de sus ruinas y pagarán su culpa los traidores.
La tierra fue tu casa y la noche es oscura. Viviste de preguntar porque saber no podía ser lujo y has dicho a tiempo lo tuyo, sonriente. Viviste en un país libre y fuiste feliz porque fuiste gigante. Que viva el harapo señor, y la mesa sin mantel. Viva el que huela a callejuela, a palabrota y taller.
Porque muy fácil es agitar un pañuelo a la tropa solar, del manifiesto Marxista y la historia del hambre. Qué fácil es engañar al que no sabe leer y se sabe que entre los ciegos el tuerto tiende a mandar. Y que bien prepara su máscara el pequeño burgués. Qué fácil es escribir algo que invite a la acción, contra tiranos, contra asesinos, contra la cruz y el poder divino siempre al alcanze de la vidriera y el comedor.
Pero a pesar de todo eso, por ti canto de pecho, por ti adelanto trecho. Tu sombra brilla hoy en la pelea de la conciencia y la razón. Que la medicina escasa, la más insuficiente es la de remediar la mente. Que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. De la melena inculta a la calvicie, del número inicial al incontable.      
Porque no fuiste perfecta, más te acercaste a lo que yo simplemente soñé y porque al final de este viaje estamos tu y yo, intactos. Porque La era parió un corazón y la madre vive hasta que muere el sol.  Hasta la victoria siempre viejita. Gracias por mostrarme un mundo mejor con las poesías de Silvio.

En la prosa de Joaquín, en la voz de Serrano y en el arpegio de Silvio hallaré, tus mejillas para acariciarte. Te voy a extrañar siempre y te voy a amar mucho más. Gracias por tanto y perdón por tan poco y sabé siempre que “en los nuevos campos de batalla, llevaré la fe que me inculcaste”, hoy y siempre.    


jueves, 11 de diciembre de 2014

Libre como el viento.-

Sentarse nuevamente a escribir, hoy se siento un tanto más raro que de costumbre. Y la palabra es “raro” porque la mezcla de sensaciones es importante, se amalgaman sentimientos de tristeza con un dejo de esperanza.
Hoy me tomo el tiempo para revivir algunas sensaciones que viví ayer por la tarde. Lo hago mientras miro fotos que me hacen sentir exactamente lo mismo que ayer. Tal vez era el día indicado para ir a este lugar, el sol y el calor inusual de la tarde de agosto fue un mensaje claro: La vida siempre prevalece.
Las ventanas rotas dejaban entrar una brisa del mar que junto al sol que por ellas se escurría hacían que la jornada sea perfecta. Y a pesar de estar en un lugar oscuro de la historia argentina, más precisamente para esta ciudad, el día, el edificio, los arboles y el pasto no dejaron de darnos señales de que allí, un lugar de muerte y tortura, venció una vez más la vida.
Desde una ventana que teñía de un color naranja hermoso toda una habitación, pasando por el pasto que crecía en un primer piso, lejos de la tierra y hasta un árbol totalmente seco, con sus ramas frágiles que con el simple hecho de tocarlas se quebraban, pero así y todo sus hojas eran verdes y no paraban de crecer, lo que para mí es el símbolo de ese lugar. El árbol murió, pero somos muchas las hojas que seguimos con vida, que nos reproducimos y por sobre todas las cosas, no olvidamos y tratamos de generar esa conciencia en todos los que nos rodean.
Un lugar oscuro, lleno de energías distintas. Un lugar que te da escalofríos y tranquilidad. Un lugar cargado de historia que lamentablemente no se conoce. Un lugar donde las paredes aun contienen los gritos de los que allí estuvieron. Un lugar donde uno de los pocos árboles vivos tiene la forma exacta del famoso árbol de la vida, justo allí que durante la última dictadura militar sirvió como centro clandestino de detención, justo allí donde a los estudiantes se les enseñaba que el enemigo estaba dentro de las fronteras, justo allí donde torturaron a muchas personas.
Es difícil poder describir es escalofrío que sentí cuando pase por el cuarto más oscuro de todos, la sala de máquinas, uno de los lugares de cautiverio de los detenidos en la dictadura. La sensación fue genuina porque realmente no sabía que allí habían torturado sino hasta leerlo luego. Por este motivo creo que la energía que allí quedó es fuerte, quizás tan fuerte como las convicciones de quienes allí estuvieron y que hicieron que una tarde me decida a ir hasta el faro para sentir de cerca o imaginarme una pequeña parte de lo que pudieron haber vivido los detenidos en el centro clandestino del faro.
La tranquilidad del mar y el viento costero, sumado al sol del atardecer generaron un escenario propicio para sentarse a reflexionar, a pensar un poco, a dejar la mente en blanco luego para simplemente abrirse y sentir. La reflexión daba bronca y sin darme cuenta, una lágrima salía de mis ojos, el labio entre los dientes como masticando rencor y el puño cerrado bien tenso.
La sensación era esa, bronca mezclada con esperanza como dije. La opresión en el pecho era constante, el escalofrío en la cintura aparecía a cada paso. Pero la sensación que prevaleció hasta hoy, es la de la satisfacción. Es la de saber que vamos por el camino correcto, seguros de lo que somos y más seguros de lo que no queremos ser. Feliz por el legado que nos han dejado de alguna manera u otra y contento porque a pesar de los años, la memoria sigue intacta y cada día que pasa se propaga más y más.


Hoy releo mis palabras, recuerdo esa tarde y me dispongo a expresarme una vez más. La vida no me encuentra en el mismo lugar, algunas cosas han cambiado en ella, la experiencia y la lucha por un mundo mejor y más justo me dan otra perspectiva.
La sensación que viví aquel día fue tan fuerte que aún la recuerdo. “Fuerte en la paz, valeroso en la guerra”, vaya paradoja. Entiendo que la “guerra” de hoy, es la paz del futuro como dice Silvio, entiendo que el hecho de mantener con vida, justamente, una historia tan nefasta en la historia del país, es la forma más justa de luchar, de darle pelea a un monstruo que parece pisarnos los talones y que no es más que el olvido.
Un pueblo que olvida, comete los mismos errores, mira para el otro lado, cree que realmente “algo habrán hecho”. Hoy me rehúso a la idea de olvidarme de los que lucharon por un mundo mejor, de los que se imaginaron algo distinto, de los que los buscaron incansablemente. Hoy vuelvo a ver esas fotos que saque aquella tarde de agosto y veo exactamente lo mismo: La vida por sobre la muerte. La alegría por sobre la tristeza, la esperanza ante todo, el verde floreciente y el sol en lo alto. Porque si el presente es lucha, el futuro es nuestro y en nuestras manos está.

No me olvido de Luciano, ni de Julio, tampoco de Maxi, Darío ni Mariano. Se me vienen a la mente los 43 estudiantes mexicanos y millones de ejemplos más. Su historia está grabada en esos muros, es la de los mártires del pueblo, como Pocho en Rosario o Fuentealba. La historia es una, la lucha es siempre la misma, por los que desaparecieron hace más de treinta años y los que nos dejaron hace poco tiempo. Porque son ese faro que guían a tantos hombres y mujeres que creen en un futuro mejor, porque inspiran respeto y porque no rebeldía. Porque viven en la memoria de un pueblo que camina, un pueblo que tiene marcado a fuego Nunca Más.      


martes, 5 de agosto de 2014

Guían mis manos.-

Hace días ya que conciliar el sueño es una tarea bastante difícil. La rutina, las obligaciones y los problemas no me juegan una buena pasada.
Alcanza con recostar la cabeza en la almohada para que la mente vuele, se atormente y no deje de pensar. Basta con cerrar los ojos para que millones de proyectos pendientes, de anhelos aparezcan como fotos en mis parpados.
Hoy no fue la excepción, no fue una buena tarde. Comenzó como tantas otras, con una cama, un poco e música de fondo, la almohada, los ojos cerrados, mi conciencia y yo.
Como hace algunos días, no logré dormirme a pesar del cansancio provocado por la falta de descanso. Hoy la causal de que no logre conciliar el sueño fue una buena noticia que entre dormido logre escuchar a lo lejos en el televisor del comedor.
Un nuevo nieto había sido recuperado. Otro argentino recuperaba la identidad. Otra abuela estallaba de felicidad y con ella todo un pueblo que no olvida. Hoy, los padres de un nuevo nieto expropiado pueden descansar en paz de una vez por todas.
La sensación de opresión en el pecho no tardo en llegar, la voz comenzó a esquebrajarse, el nudo en la garganta no dejaba emitir opinión alguna, la alegría contenida desbordaba por los ojos que de a poco comenzaban a inundarse de lagrimas contenidas y que afloran con cada reencuentro.
A menudo suelo esconder las emociones, suelo guardarme las sensaciones para volcarlas en palabras luego. Palabras que ya no se expresan, sino que salen disparadas directamente desde el corazón.
Hoy la felicidad es saber que la lucha de muchísima gente sigue en pié, el orgullo es ese pañuelo bien blanco que jamás se manchó de sangre, la nostalgia se mezcla con la bronca de saber que un abrazo se postergó por más de tres décadas, pero la alegría es creer aún estamos vivos, que no nos han vencido.
Sin duda alguna y tal vez por razones obvias, las madres y las abuelas de plaza de mayo fueron siempre mi principal fuente de inspiración. En todas ellas veo la lucha de la mía, veo la bondad, el amor y la fuerza de mi vieja.
Pocas veces creo en casualidades, creo que en esta relación tan cercana hay algo intrínseco, algo que no es tangible, algo que no se ve, solo se siente y tal vez vaya en el ADN: Sin dudas es la admiración por su lucha, por esa lucha pacífica pero férrea, esa hermosa virtud de dejar la vida por una causa.
A cada una de las abuelas les corresponde el mismo derecho a conocer a sus nietos, pero algunas lo merecen un poquito más. Ella emana una luz especial, su voz cálida y tenue inspira una paz propia de los ángeles. Ella es la de las causas nobles, las que no exigen venganza sino memoria, verdad y justicia, por sobre todas las cosas. Hoy la emoción y la alegría va por partida doble porque si alguien merecía abrazar a su nieto antes de morir, como menciono ella, es Estela de Carlotto. Un ícono, un emblema, un ejemplo, una luchadora incansable… una abuela.
El nieto 114, como lo titulan los diarios, es una esperanza, es una lucecita que nos dice que falta mucho todavía, pero que la guía sigue igual de firme que siempre. Este nieto inyecta de vida a todas aquellas que la siguen luchando y nos dan el empujoncito que necesitamos los jóvenes para no desviar el camino y apuntalar una vez más a ellas, a las incansables, “a las locas de la plaza”, a esas que sacaron fuerza de donde no la había, esas mujeres que pocas veces se les cae una lágrima y no paran de regalarnos sonrisas, no dejan de regalarnos vida.  

Hoy que me encuentro un poco perdido, sin un rumbo concreto, confío en ustedes y se que guían mis manos sus manos fuertes, hacia el futuro. Hasta la victoria siempre. Por eso digo una vez más, hoy con un dejo de felicidad y bien fuerte: Madres y abuelas de la plaza, el pueblo siempre, pero siempre las abraza.  

Federico Alcaráz


     

martes, 24 de junio de 2014

Sentir que es un soplo la vida..

Y cuando sentís hablar de algunos personajes, los recuerdos que alguna vez creíste olvidados afloran como las flores en primavera. El primer recuerdo te dispara una imagen y a esa imagen la asocias con tantas cosas que el recuerdo empieza a tomar grandeza. Escuchas un tango del Zorzal y sentís ese aire fresco que alguna vez sentiste en la galería de la casa del abuelo, yendo y viniendo mientras la reunión familiar va tomando forma o tal vez fue en la casa del tío uno de esos mediodías de pastas y los recuerdos, siguen brotando de lo más hondo de tu alma.
Una mesa de vidrio, una especie de barra o división entre la cocina y el comedor, que fue la montaña más alta porque de chico no llegabas a pasarla o sirvió como el escondite perfecto para las eternas escondidas.
Un tocadiscos bien fuerte escupe las más bellas melodías que hayas podido escuchar en tu vida. Un viejo loco te cuenta anécdotas mientras las mujeres charlan en la cocina. Ese solcito primaveral le da un tono especial al relato y me parece estar sintiendo de fondo a Carlitos cantando “volver”. Me dice que “aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor” y acá estoy. Pagando una deuda interna con alguien que te marcó de muy chico.
Cierro los ojos y veo ese galponcito, donde está la bicicleta vieja y finita en un costado, vos parado en el centro, enseñándole a todos con gran orgullo tu museo de Gardel. Observo los posters de tu Boca y alguno del Diego, hermosa herencia que me dejaste con el abuelo.
Ahora Carlitos parece cantarme al oído que me perdones si al evocarte se me pianta un lagrimón, pero no logra conmoverme, porque los recuerdos son tan hermosos que la sonrisa opaca cualquier tristeza, aunque no sea una sonrisa plena. Tal vez tenga la nostalgia propia del Tango.
Me enseñaron de chico a ser argentino, a defender lo mío, mi tierra y mis orígenes. Me mostraron mi música, mi futbol y mis costumbres. Me enseñaron sin darse cuenta que la vida era un partido de futbol y que a los burros nunca les fué bien. Que cuando más te golpean es ahí cuando tenes que sacar la cara, ponerle el pecho a la situación y tirarle siempre un caño.
“En caravana los recuerdos pasan, con una estela dulce de emoción” dice el tango y mientras sigo con los ojos cerrados, ahora lo que siento es el olorcito a salsa. La mesa está servida, el pan de horno a leña en el centro de la mesa, las jarras con jugo para los más chicos, el vino y los sifones de soda están listos para que las pastan salgan de la olla.
Por esos tiempos no existían las digestiones y nunca nos cayó mal la comida por salir corriendo a la vereda para patear una pelota con mi hermano y mis primos. En esa vereda aprendí a tirar los primeros jueguitos con la número cinco mientras a vos se te caía la baba por ser yo el zurdito de los más chicos.
Llegando al final miro lo escrito y veo palabras caídas como ingleses gambeteados y le doy un tono futbolístico al relato y como no voy a hacerlo si me encantaría volver como dice el tango o como dice la canción que proclama una nueva vuelta olímpica como la que nos regaló D10S. Como no voy a querer volver a esa casa del barrio Las Américas si todavía recuerdo tu voz en el teléfono diciéndome que ponga tal o cual canal porque estaban repitiendo por décimo segunda vez “Mi pobre Angelito”, si todavía recuerdo que ni bien te fuiste de gira por el cielo yo pedí una foto tuya que todavía conservo para llevarte en mi billetera donde quiera que vaya y tengo bien guardado uno de esos gorritos que vos usabas. Porque fuiste tango, nostálgico y de perfil bajo, solitario y muy sabio hoy te recuerdo.

Ya estoy en tiempo de descuento y solo me queda el orgullo de tener en mi cuerpo una marca indeleble. “Para mi la vida entera”, en un nuevo aniversario de la muerte de Gardel, con la bronca de no poder acompañarte en el ritual de llevarle una flor a su estatua, pero escuchando un tango, compartiendo un rato con vos de alguna forma y “quiero que sepas que al evocarte, se van las penas del corazón”, tío.        

     

sábado, 14 de junio de 2014

América, te hablo de Ernesto.

Usualmente suelo buscar palabras bellas para comenzar mis relatos, suelo buscar una opción un tanto ligada a la poética, tal vez sea un aspecto ligado al mandato que nos dejaste cuando vos dijiste que había que endurecerse sin perder la ternura jamás.
Hoy es 14 de junio y se cumplen 86 años de tu primer natalicio, pero en la tv no estás, los medios de comunicación se empeñan en no mostrar tu rostro, en las radios no se escucha tu voz clara y hermosa. Tal vez el capitalismo nos este ganando de alguna forma, porque por tu grandeza de a poco te van desapareciendo, van vaciando de contenido tu imagen inmaculada y esbelta. Hoy sos remera de moda en las grandes ciudades del mundo y aunque muchos crean que lograron vaciarte totalmente, quedando solo una imagen, es ahí cuando coincido con Galeano y creo que lo que no saben ellos, es que bajo esas remeras hay pechos humanos.
Tus ideas siguen vivas en el recuerdo de los que seguimos tu ejemplo, en los que decimos lo que pensamos y más aún en los que hacemos lo que decimos. Vivís en la utopía de los pueblos, en los que no sabemos si es posible “el cielo en la tierra” pero como vos, creemos que es imposible no luchar por ello, sea cual sea el costo que paguemos.

Porque el futuro es nuestro y porque la historia la hacen los pueblos como dijo Allende en sus últimas palabras, solo por eso hoy me quedo un poco más tranquilo de no ver el reconocimiento de tu natalicio en la tv, porque sé que fuiste, sos y serás un personaje peligroso, que inspira rebeldía. Sé quiénes son los que han querido silénciate y quienes van a querer hacerlo siempre. También sé de qué lado me paro, tranquilo de que el camino es el correcto, porque cada día plantamos la bandera, con la luz de tu sonrisa. América, te hablo de Ernesto. 


lunes, 5 de mayo de 2014

Ahí...

Una foto amarillenta, solo tres figuras, una pared pintada de celeste y un millón de recuerdos.
Desde el palo de la escoba hasta el teléfono viejo. La abuela sentada, Jere mirando la cámara y vos ahí, en el centro de la escena, con un pucho en la mano como de costumbre.
Lo primero que olvidamos de las personas que ya no están es la voz. Y cuando el ritmo de vida me hace olvidar quien soy yo, de donde vengo y hacia dónde voy es cuando miro una foto vieja y presto atención a los detalles. Es ahí donde los recuerdos aparecen como esos regalos de navidad cuando teníamos 4 o 5 años y el gordo de barba pasaba rapidísimo por la casa de los abuelos. Una palangana me recuerda las tardes de febrero donde se llenaba de bombuchas festejando el carnaval. La escoba fue el caballo más rápido y la arcada que comunicaba la galería con la cocina fue la curva más peligrosa y vos siempre ahí, en la parte central de la imagen.
La pared celeste da cuenta de que esa foto fue sacada en el cumpleaños de algún nieto varón, porque el abuelo tenía esa deferencia, nos pintaba de celeste las paredes de la casa para nuestros cumpleaños y para el cumple de Jime, de rosa, que viejo más hermoso.
Unas tablas, unos vinos blancos y dos aparatos de esos que sirven para que el asado no se enfríe me traen el olor a la leña quemándose, las picadas previas al asado, las charlas de futbol y las discusiones de política. Siento el calor de esos domingos de enero donde el patio se convertía en una cancha de futbol, de básquet, de tejo, de bochas o la más perfecta pista para las carreras de embolsados… y vos seguís ahí.
Hoy las fotos ya no son amarillentas, los libros del Che están en mi repisa, y no enterrados como en alguna época oscura de país, ya no hay charlas de futbol ni política. Ya no hay más olor a humo, ni cigarrillos después del almuerzo. Pero  está el recuerdo de quienes conocieron y me enumeran una cantidad de parecidos entre vos y yo, tan grande que hasta me mueve un poco el piso el solo hecho de pensar que yo pueda tener pequeños destellos de tu enorme grandeza.  
Hoy no hay galería pintada de celeste, ni caballos imaginarios, ni festejos de carnaval.

Hoy está el recuerdo y el orgullo de inflar el pecho ante cualquiera, la convicción y los ideales ante todo porque “el sistema siempre intenta derrotarnos, pero nunca hay que perder la dignidad” y vos siempre, pero siempre ahí, en el medio de mis días porque gran parte de lo que soy hoy se lo debo a todo eso que, sin darte cuenta quizás, me marcaste de muy chico. Hoy se que como en la foto, estás ahí, firme en el centro. El lugar que siempre vas a ocupar, el más importante.


domingo, 23 de marzo de 2014

Nacimos de su lucha.

Pocas veces creo en las casualidades y hoy no es la excepción. Un nuevo 24 de marzo de avecina y millones de sentimientos afloran. Cierto dejo de tristeza y bronca, mezclado con un poco de esperanza y felicidad.
Como dije, poco creo en las casualidades y hoy vuelvo a confirmarlo. Hoy, el 23 de marzo de 2014 amaneció con un sol resplandeciente, una ironía si tenemos en cuenta el aniversario que recordaremos mañana 24, siendo otro año más que nos encuentra pidiendo lo que pedimos hace años, memoria, verdad y justicia.
Lo que para muchos es un feriado largo más, lo que para otros es una noche más de “joda”, para mí es un día y una noche de reflexión y mucha conciencia. En estos momentos, mientras todos piensan a qué boliche ir, hay muchos que estamos recordando que hace 38 años comenzaba la peor pesadilla en la vida de nuestro país y por eso mi bronca, por eso mi tristeza.
El sol brilló toda la tarde sobre la ciudad, pegó duro sobre las imágenes de los compañeros desaparecidos que colgaban del monumento, le dio un aspecto de “febrero” y de carnaval a este triste y gris marzo. El sonido de los bombos, el sol en lo alto, la gente juntándose en la plaza, recuperando un espacio una vez perdido me hizo pensar instantáneamente en que no nos vencieron, en que nos mataron pero aún seguimos con vida, en que ahora depende de nosotros, pensé en mi responsabilidad y en la de nuestra generación y volví a mi casa satisfecho de haber visto mayormente caras jóvenes, nenes muy pequeños que estuvieron ahí y de a poco se van formando, gente grande que sigue igual de comprometida y por supuesto, la murga, expresando la alegría de un pueblo golpeado, pero vivo y tal vez más vivo que nunca, porque la memoria vive y se propaga con alegría, con platos, parches y patadas al viento.
Porque nacimos de su lucha y porque viven en la nuestra, hoy más que nunca recuerdo a esos 30.000 detenidos desaparecidos, sin olvidarme de Julio López y Luciano Arruga, desaparecidos en Democracia.

Por tantos años de lucha, por las rondas en la plaza, por los palos recibidos, por sus valores, por su fortaleza, porque mantuvieron con vida la memoria, porque nos abrieron los ojos a muchos y por tantas cosas más, Madres de la plaza, tantas veces las mataron y ustedes ahí, resucitando, por eso madres, una vez más el pueblo las abraza.  

Federico Alcaráz