Intento no caer en la idea trillada de que estás en cada
momento al lado mío, pero realmente pocas veces te sentí tan cerca como por
estos días.
El otoño y las hojas cayendo de los árboles le daría un tono
un tanto poético a estas palabras, tal vez harían un poco triste el relato,
pero como siempre, sos vos la que cambia mis días, la que hace que este frío
otoño marplatense se convierta en un hermoso verano donde el mar brilla todos
los días por el resplandeciente sol y que por las noches la luna hace cada vez
más ancho ese camino de luz que se pierde en el infinito, donde seguro estás
vos.
Hoy no hay ejercicio más lindo que recordar tu sonrisa o tu
mirada y encontrar allí millones de recuerdos que sin dudas, son una energía
extra seguir día tras día. Tu impronta incorruptible, tus ideas, tu
sensibilidad y tu rudeza. Dar todo por el otro, dejar la vida por lo que
creemos justo. La frente bien alta, el cuchillo entre los dientes, el corazón hecho
espada y ese fuego en la mirada. Todo lo que me queda tiene que ver con vos.
El otoño no es tan triste porque te encuentro a cada paso
que doy, porque te siento acá, porque el recuerdo es constante y la marca tuya
en mi es imposible que el tiempo logre borrarla. Me pongo a hilar fino y reparo
en los detalles, pienso en los momentos donde te necesité y sin dudas, desde
algún lugar, me tiraste un centro.
Bastó con abrir los ojos, pensar en vos, en tus
convicciones, en tu visión del mundo para comenzar a desandar los caminos de
una profesión comprometida, donde “el otro” es más importante que yo. Porque de
chiquito me hiciste escuchar que “son los sueños todavía los que tiran de la
gente” me interné durante varios meses en una pequeña villa, a intentar cambiar
la realidad de algunas familias y en eso estamos aún.
Comprendiste que como dije siempre, tu partida tan rápida hizo
que todo el amor, el cariño y los abrazos que tenía para vos, ahora no tenía a
quien dárselos. No tengo duda que siempre fuiste una adelantada, alguien que
podía ver más allá y por eso me pusiste en el camino, el desafío de ser padrino
de una hermosa personita, a quien intento darle todo el amor y el cariño que me
enseñaste a dar vos, y porque no, el que no te pude dar a vos en este tiempo,
que es mucho.
Y ahora sí comprendo, que estas en la sonrisa de Benicio, en
cada pequeño progreso, en la alegría que me genera verlo crecer. Estas en cada
grito de gol, en cada tribuna acompañándome siempre con el Depor. Te veo en Gon
y en Papá, tan distintos pero tan unidos siempre y eso no sería posible si no
fuese por vos.
Siento tu orgullo por la carrera que elegí, pero lo que más
siento es la sensación de que “entendí” lo que me quisiste dejar en esos pocos
13 años que tuve para conocerte. Me llevo para siempre el tesoro más rico que
es el de los ideales, las convicciones. Me quedo con tu hermosa cualidad de
dar, de hacer el bien sin mirar a quien, de ser justa y proteger al más débil.
Tengo claro que el trayecto entre la sede de la Tupac hasta “el
ombú” lo pateas al lado mío, que aunque no te pueda ver, estas al lado o mejor
dicho estas dentro mío, porque tu mirada ahora es la mía, porque tu sonrisa me
la dejaste cuando te fuiste y porque fuerza es la que me mueve.
Por estos días escucho que “recordar es soñar para adelante”
y que lindo soñarte todos los días, aunque a veces duela un poco la idea de
pensar en cómo sería todo si estuvieses acá, pero confió en que todo esto
sirvió para “endurecerse sin perder la ternura jamás” como decía el Che.
Solo me queda agradecerte, por mostrarme siempre que no todo
es tan malo, que cuando te busco te encuentro en cada detalle, que por más que
ya no pueda verte, al lado mío caminas día a día. El otoño perdió su tristeza,
el sol y la luna no dejan de brillar, últimamente los días fríos no son tan crueles
y el futuro es próspero porque ahí te veo a vos y porque en los nuevos campos
de batalla llevaré la fe que me inculcaste, por todo esto te debo la vida y te
amo por y para siempre, viejita.-
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