viernes, 8 de mayo de 2015

Quedamos los que puedan sonreír.-

Intento no caer en la idea trillada de que estás en cada momento al lado mío, pero realmente pocas veces te sentí tan cerca como por estos días.
El otoño y las hojas cayendo de los árboles le daría un tono un tanto poético a estas palabras, tal vez harían un poco triste el relato, pero como siempre, sos vos la que cambia mis días, la que hace que este frío otoño marplatense se convierta en un hermoso verano donde el mar brilla todos los días por el resplandeciente sol y que por las noches la luna hace cada vez más ancho ese camino de luz que se pierde en el infinito, donde seguro estás vos.  
Hoy no hay ejercicio más lindo que recordar tu sonrisa o tu mirada y encontrar allí millones de recuerdos que sin dudas, son una energía extra seguir día tras día. Tu impronta incorruptible, tus ideas, tu sensibilidad y tu rudeza. Dar todo por el otro, dejar la vida por lo que creemos justo. La frente bien alta, el cuchillo entre los dientes, el corazón hecho espada y ese fuego en la mirada. Todo lo que me queda tiene que ver con vos.
El otoño no es tan triste porque te encuentro a cada paso que doy, porque te siento acá, porque el recuerdo es constante y la marca tuya en mi es imposible que el tiempo logre borrarla. Me pongo a hilar fino y reparo en los detalles, pienso en los momentos donde te necesité y sin dudas, desde algún lugar, me tiraste un centro.
Bastó con abrir los ojos, pensar en vos, en tus convicciones, en tu visión del mundo para comenzar a desandar los caminos de una profesión comprometida, donde “el otro” es más importante que yo. Porque de chiquito me hiciste escuchar que “son los sueños todavía los que tiran de la gente” me interné durante varios meses en una pequeña villa, a intentar cambiar la realidad de algunas familias y en eso estamos aún.
Comprendiste que como dije siempre, tu partida tan rápida hizo que todo el amor, el cariño y los abrazos que tenía para vos, ahora no tenía a quien dárselos. No tengo duda que siempre fuiste una adelantada, alguien que podía ver más allá y por eso me pusiste en el camino, el desafío de ser padrino de una hermosa personita, a quien intento darle todo el amor y el cariño que me enseñaste a dar vos, y porque no, el que no te pude dar a vos en este tiempo, que es mucho.
Y ahora sí comprendo, que estas en la sonrisa de Benicio, en cada pequeño progreso, en la alegría que me genera verlo crecer. Estas en cada grito de gol, en cada tribuna acompañándome siempre con el Depor. Te veo en Gon y en Papá, tan distintos pero tan unidos siempre y eso no sería posible si no fuese por vos.
Siento tu orgullo por la carrera que elegí, pero lo que más siento es la sensación de que “entendí” lo que me quisiste dejar en esos pocos 13 años que tuve para conocerte. Me llevo para siempre el tesoro más rico que es el de los ideales, las convicciones. Me quedo con tu hermosa cualidad de dar, de hacer el bien sin mirar a quien, de ser justa y proteger al más débil.
Tengo claro que el trayecto entre la sede de la Tupac hasta “el ombú” lo pateas al lado mío, que aunque no te pueda ver, estas al lado o mejor dicho estas dentro mío, porque tu mirada ahora es la mía, porque tu sonrisa me la dejaste cuando te fuiste y porque fuerza es la que me mueve.
Por estos días escucho que “recordar es soñar para adelante” y que lindo soñarte todos los días, aunque a veces duela un poco la idea de pensar en cómo sería todo si estuvieses acá, pero confió en que todo esto sirvió para “endurecerse sin perder la ternura jamás” como decía el Che.

Solo me queda agradecerte, por mostrarme siempre que no todo es tan malo, que cuando te busco te encuentro en cada detalle, que por más que ya no pueda verte, al lado mío caminas día a día. El otoño perdió su tristeza, el sol y la luna no dejan de brillar, últimamente los días fríos no son tan crueles y el futuro es próspero porque ahí te veo a vos y porque en los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, por todo esto te debo la vida y te amo por y para siempre, viejita.-    


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